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Sobre mí

Debo reconocer, que no me gusta demasiado hablar de mí. Sencillamente porque muchas de las personas que han podido conocerme a lo largo de mi corta, de momento, vida, se han equivocado en lo que se refiere a mi persona.

Aunque vivo en un pueblo del Cerrato palentino, al que adoro, no es mi lugar de nacimiento, sí el de mi padre, al que adoro aún más. LLegué a la capital palentina con poco más de 4 años de edad, en ese momento no estaba en situación de poder opinar al respecto, ni me enteraba del cambio. Nunca me puse mala hasta llegar a Palencia, sería el cambio de clima, a saber pero, anhelo mi tierra, el verde, la playa y sus gentes, que no son malas, no todos son terroristas, de ninguna de las maneras.

Nunca fuí extrovertida, me costó mucho exteriorizar mis sentimientos, no hay como llevarse un palo gordo, para llorar en vivo y en directo ante todo el que se te pone delante como una plañidera y eso es lo que me pasó a mí, hace unos años. El 21 de abril de 1998, (mi princesa)  mi mejor amiga, en toda la magnitud de la palabra, perdió la vida en un accidente de tráfico. Este hecho, despertó una parte de mí desconocida para todos los que me conocían desde hacía tiempo, incluída mi familia.

Debo ser un bicho raro!, me he repetido esto durante años e incluso me lo han llamado. Hace años me convertí en vegetariana, fué el remate fiesta de la rareza y la incompresión pero, poco a poco se va entendiendo que sencillamente cada uno es como es!.

Estudié, la verdad es que nunca destaqué en las notas, salvo el gimnasia, como todos, en plástica, como algunos y en religión, para variar. En el instituto siempre tenía dinerillo, (por ayudar a mi padre en su negocio) para el bocata diario, para mi colección de libros de culturas antiguas y para el dichoso tabaco, que compartía a medias con mi princesa, aunque lo tenía yo o se lo fumaba ella sola.

Desde niña ví a mi padre pintar al óleo y yo imitando lo que hacía, ahora sé que era una manera de acercarme a él disfrutando en compañía, garabateaba mis cosas con lápices de colores. Así que mi Bachiller fué el Artístico, en la Escuela de Artes, era más atractivo, y no tenía tantas matemáticas no debo engañarme. En esta escuela tuve la enorme suerte de escuchar y aprender de una de las mujeres y profesoras más admirables que he tenido, Doña Carmen Trapote Sinovas, mi profesora de Historia del Arte, a quién acudí años después para consultar qué hacer con el resto de mis estudios.

Más tarde conseguí el titulo de Técnico Superior en Artes Plásticas y Diseño, en la Escuela de Artes de Valladolid. Acabé hasta la coronilla de estudiar y me puse a trabajar pero, como no podía ser de otra manera, la cosa también fué diferente. Dicen que los curas lo ganan cantando, pues yo no iba a ser menos y no se me daba tan mal porque a día de hoy, entre otras cosas, lo sigo haciendo después de 16 años. De cantar también me cansé, en su momento, bueno me la jugaron, no me pagaron, justo cuando me había planteado volver a estudiar, esta vez en la Universidad. Tenía algo de solvencia para poder hacerlo a pesar de todo así que, me tiré de cabeza. Doña Carmen me regaló el incentivo de estudiar Historia del Arte, mirándome a los ojos y dándome un abrazo de verdad, el día que la pregunté. Y contra todo pronóstico de fracaso, por parte de algunos, saqué la carrera en 5 años, sin notas bollantes salvo en algunas asignaturas, (otra cosa que era de esperar) como por ejemplo Paleografía Medieval, Latina y Moderna, descubriendo que me apasiona.

Después de estudiar y plantearme una vida como todos, el chico me salió sapo y tuve que volver al redil, como se suele decir. Hundida, la vida me dió semejante vuelco que no sabia qué hacer, sin trabajo, sin dinero, con estudios que no se podian comer y con un montón de bocas que alimentar por decisión propia, mis compañeros animales. Ellos comparten hoy la vida conmigo y por eso también debo ser un bicho raro para algunos pero, sinceramente me dá lo mismo. Ya no estoy en el redil del todo, ya que mi casa, es de la familia, pero al menos tengo la tranquilidad y la libertad que tanto valoro. 

A día de hoy he tenido la suerte de poder trabajar enseñando a pintar y realizar manualidades  a personas mayores, los sabios como yo les llamo. También tuve la suerte de trabajar llevando la comida a personas, más y menos máyores, más y menos válidas, los fines de semana y los festivos, en la capital palentina. Los recuerdo cada día, a todos, y los quiero muchísimo. Pero es duro verlos morir, demacrarse, solos y desamparados. Implicarse en sus problemas es un defecto que poseo de fábrica que pudo conmigo, entre otras cosas y tuve que dejarlo por mi propio bien.

Ahora puedo disfrutar pintando en los certámenes, aunque no me lleve ningún premio económico, me llevo el más grande y voy servida. Voy a pintar con mi padre, este es mi premio, comparto esa afición como cuando era niña y mejoro cada día o al menos lo intento, esperando poder enseñar mejor a mis sabias. Ojalá este trabajo me dure muchos años, aunque es por temporadas.
El resto de los meses, sigo cantando y en esto, creo que también mejoro.
Y de vez en cuando, saco partido a los conocimientos de diseño que adquirí en la Escuela de Artes de Valladolid, creando por encargo, logotipos, cartelería, páginas web, invitaciones de boda, etc.
Lo aprendido durante la carrera de Historia del Arte, me ha permitido dar charlas, a través de CEAS Mancomunidad del Cerrato, con un resultado muy gratificante para mí y, lo que és más importante, valorado por los oyentes.


El árbol de la vida. Sara Asensio Hernández